Yo era una niña guerrera, bajita pero poderosa, aunque entendía que no todo el mundo tenía esa misma fortaleza, y aquí estamos para hacerle frente a eso.
Desde los 7 años, protegía bajo mi ala a quien consideraba mi ángel de la guarda: el primer niño que conocí que sabía que quería volar, pero al que las circunstancias, la educación y el entorno no se lo permitían. Nunca tuvimos que hablar del tema, nuestras miradas lo decían todo. No hacían falta preguntas. Mientras otros hablaban de chicos o de lo que se suponía que debíamos hacer a nuestra edad, preferíamos ver «El Diario de Patricia», jugar al Trivial o perdernos en aventuras por el campo. Eso, en un pequeño pueblo, era lo más bonito.
Con el tiempo, empecé a ver las cosas con más claridad. La comunidad LGBTQ+ se convirtió en parte de mi vida de una forma natural. Palabras como mariliendre o feminista, que algunos usaban como insulto, para mí eran sinónimo de orgullo. Porque sí, aunque muchos piensen que en Dueñas solo hay hombres, la realidad es que también hay mujeres que estamos aquí para apoyar, escuchar y acompañar a quienes todavía no pueden gritar su verdad.
Dueñas no es un “encasillamiento”, es una forma de vivir. Somos quienes entendemos, apoyamos, abrazamos y celebramos la libertad de ser como cada uno quiera. Quienes disfrutamos de la complicidad, la sororidad y el amor sin prejuicios.
Por eso, hoy no celebramos el Día de la Mujer. Porque mientras la igualdad siga siendo una lucha en vez de una realidad, no hay nada que celebrar. Nosotras seguimos en el camino, construyendo un futuro más justo, más libre y, sobre todo, lleno de amor.
¿Y tú, quieres ser parte de esta bonita historia?