Málaga ha cambiado mucho. Hemos vivido su transformación, su boom turístico, que parece no tener fin. Pero no sé si es la edad… cada vez nos alejamos más del bullicio del centro y buscamos lo castizo, lo de siempre.
Comida de toda la vida, servida en platos hondos, sillas de plástico y cerveza bien fría.Por eso hoy os traemos una recomendación muy nuestra: un paseo por el barrio más auténtico de Málaga.Hablamos de La Trinidad.Un barrio de contrastes, con alma.
Cerca de la iglesia del Cautivo —una de las más queridas de la ciudad— se encuentra Marisquería Liñán. Pescado fresco, producto local, servido en mesas sencillas, con mantel de papel y sin pretensiones. No será el sitio más aesthetic, pero sí es de los más auténticos.
Terminas de comer y te vas a tomar algo a la Peña Trinitaria. No sé qué tiene esa pequeña plaza, pero siempre hay ambiente. Gente del barrio, gente que viene de fuera, alegría, ruido, vida. Allí hemos vivido momentos bonitos que se quedan.Y si te apetece cerrar el día con algo distinto, a pocos metros ha abierto Agrado Wine Bar. Vinos naturales, una carta breve pero pensada con mimo, y una estética cuidada al detalle. No es el tipo de local que esperas encontrar en este barrio… ni siquiera en Málaga, si nos ponemos finos. Pero precisamente por eso nos gusta.
Tiene ese aire fresco que sorprende. Te traslada, pero sin perder el trato cercano.
Estamos empezando a sumergirnos en los barrios. Y aunque conocemos mejor La Trinidad, cada vez nos está conquistando más Lagunillas.Avisamos: aquí se mezcla la decadencia con el arte urbano. Es un barrio peculiar, pero con mucha curiosidad.
Y allí se esconde uno de esos sitios que solo se descubren caminando: El Tinglao de Lagunillas.Entrar es como volver a casa de la abuela. Vermuts caseros, queso rico y cocina con acento bien malagueño. Huele a hogar. Y te invita a quedarte.
Vamos a seguir explorando el barrio, y cada lugar que nos encante, lo iremos compartiendo.
Así somos en Dueñas: nos gusta el contraste.