Ubrique, con su larga trayectoria en la marroquinería de alta gama, está siendo cada vez más valorado también en el textil. Las marcas saben que producir en España es más caro, pero también más eficiente, más transparente y mucho más confiable. Aquí hay oficio, hay conocimiento técnico, hay cultura del detalle y del producto bien hecho.
Pero incluso en zonas como Ubrique, donde la calidad es indiscutible, la falta de mano de obra empieza a sentirse fuerte. Talleres con más demanda que capacidad. Proyectos que se frenan por falta de perfiles formados. Equipos reducidos que no pueden crecer porque simplemente no hay a quién incorporar.
Las marcas empiezan a entenderlo.Durante décadas se externalizó todo: producción, confección, saber hacer. Lo importante era el diseño, la marca y la venta. Pero los cambios globales —desde los problemas logísticos hasta la necesidad de trazabilidad real— han hecho que producir localmente vuelva a tener sentido.
El problema es que muchas marcas están llegando tarde. Están redescubriendo el valor de lo hecho aquí cuando el ecosistema ya está debilitado. Porque no se protegió. No se comunicó. No se incentivó a aprender estos oficios ni se les dio visibilidad como opciones profesionales viables.
¿Qué toca ahora?
Toca actuar. Apostar de verdad por el oficio. Formar. Visibilizar. Dignificar. Porque el diseño no se viste solo. Porque sin patronaje, confección y producción, no hay industria posible.
Toca generar estructuras de colaboración entre marcas y talleres. Invertir en capacitación. Asegurar condiciones laborales que permitan que estas profesiones vuelvan a ser atractivas.
Y toca decirlo claro:
el valor no está solo en la idea, sino en hacerla realidad.
Y ahora, más que nunca, eso tiene nombre propio: Ubrique y el trabajo hecho aquí